El derecho de autor ha enfrentado desafíos por tecnologías que en su momento se presentaron como disruptivas. En la IA, al ser sustituido el autor por una máquina, la fórmula se fractura.

Si algo marca este periodo para la celebración del Día Mundial de la Propiedad Intelectual es la Inteligencia Artificial (IA). Lo que hace un año se miraba como un interesante futuro es ya una apabullante realidad disruptiva. Lo que ha sucedido en este año es que las dudas sobre el impacto de esta tecnología, en todos los ámbitos de nuestras vidas, se ha intensificado exponencialmente. En este punto la incertidumbre —e incluso el miedo— ha invadido los espacios demandando respuestas, al menos “en grado de tentativa”.

De la primera gran pregunta acerca de la autoría de obras creadas por IA generativa —como los textos de GPT o las imágenes de Midjourney—, hemos pasado a temas como las improbables demandas en contra de plataformas o usuarios que reutilizan miles de obras previas para producir textos, música, voces, imágenes o rostros, en los que muy poco puede identificarse de las obras originales.

Es cierto que el derecho de autor ha enfrentado enormes desafíos por tecnologías que en su momento se presentaron como disruptivas —la copiadora, internet, el e-book o las impresoras 3D—, y el sistema ha logrado reacomodos de sus principios para adaptarse y seguir garantizando a los titulares de derechos su recompensa en la cadena de valor del consumo de obras. En la IA, al ser sustituido el autor por una máquina, la fórmula tradicional se fractura.

En el sólo ámbito de la producción cultural sectores de autores o agregadores de valor como los doblistas y subtituladores de producciones audiovisuales, diseñadores, intérpretes, traductores, escritores de guiones y hasta actores empiezan a ser desplazados por la nueva tecnología.

Entre otros temas que dan forma a los desafíos que enfrenta la propiedad intelectual destaca la creciente problemática que plantea el control de falsificaciones en las plataformas de comercio electrónico, la urgencia de optimizar las medidas en frontera para control de piratería, la necesidad de extender el sistema a las expresiones culturales y el conocimiento tradicionales a las diversas regiones del mundo y, de modo particular, el llamado para explicar la cultura de propiedad intelectual a las nuevas generaciones. Este último asunto, así de etéreo y ambiguo, representa el mayor reto: la propiedad intelectual no puede sobrevivir en una sociedad que la rechaza porque no comprende su aporte de valor a la creatividad y la innovación.

De los diversos aspectos que aborda la Agenda de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) para el Desarrollo, una que particularmente se debe recordar este 26 de abril y que interesa a países como México, es la necesidad de integrarse a ecosistemas de innovación que permitan expandir sus capacidades para usar y generar tecnología jurídicamente protegible. En ese contexto, el nearshoring, que para nuestro país representa una extraordinaria oportunidad, podría ser el detonante que estamos esperando para recuperar algunos peldaños.

Experiencias como las de China y Corea demuestran que la innovación dirigida permite dar saltos cualitativos en crecimiento en menos de tres décadas. En esa planificación, la propiedad intelectual ha jugado un papel estratégico decisivo. Ojalá podamos entender que el resto del mundo no nos va a esperar.

Dr. Mauricio Jalife Daher

Abril 26, 2023