Moderna ha iniciado un litigio en contra de Pfizer BioNTech por la presunta infracción de sus patentes de tecnología ADR mensajero, empleado en la manufactura de la vacuna para COVID-19.

En materia legal y de negocios, algunas disputas de Propiedad Intelectual han marcado épocas completas en el escalamiento de la protección jurídica de la innovación, inaugurando campos de actividad comercial y marcando tendencias. En ocasiones las disputas se han gestado entre las empresas innovadoras y las oficinas de patentes en diversas jurisdicciones, y otras, entre competidores que se disputan la titularidad de cierta tecnología.

En el primer grupo se recuerda la batalla en el año 1978 del inventor Chakrabarty ante la Oficina de patentes de Estados Unidos, a la que venció en la Corte para lograr la primera patente en el área de biotecnología para un microbio de diseño capaz de degradar petróleo. De la misma época, se debe recordar la llamada patente del oncoratón de Harvard, otorgada a la universidad para una especie de roedor genéticamente modificado, de utilidad para experimentación clínica por generar cáncer en etapas tempranas. Finalmente, otra de las grandes batallas, que abrió la puerta a las patentes para modelos de negocio, fue la obtenida en 2002 por Amazon para su sistema del “one-click”, que muchos señalan como el precursor de su dominio sobre los competidores y que le llevó al liderato mundial de las ventas en línea.

En el segundo grupo, que corresponde a los litigios entre competidores, es memorable la disputa que en 1976 sostuvieron Polaroid y Kodak respecto del revelado instantáneo, y más recientemente la que sostuvieron Apple y Samsung con relación al diseño del iPhone. Por su parte, en la industria farmacéutica se han desarrollado algunos de los juicios más intensos y constantes por las más variadas causas, desde simples infracciones de fórmulas hasta sofisticadas demandas por bloqueos antimonopólicos de productores de genéricos.

En esa misma línea de litigios emblemáticos se inscribe el que Moderna ha iniciado en contra de Pfizer BioNTech por la presunta infracción de sus patentes de tecnología ADR mensajero, empleado en la manufactura de la vacuna para COVID-19. De hecho, las patentes de Moderna que protegen esta tecnología datan de 2010 y 2016, y sirven no solo para este tipo de vacuna, sino para una serie de medicamentos para diversos padecimientos.

La demanda de Moderna contempla el pago de una compensación económica por cada vacuna vendida por Pfizer, pero no su retiro del mercado, atendiendo a razonamientos sobre la necesidad de mantener el abasto de estos productos, calificados como imprescindibles en estos tiempos. El gran avance de esta tecnología consiste en que permite a las células humanas fabricar proteínas presentes en el virus para entrenar al sistema inmunitario para reconocerlo y neutralizarlo. Este es un avance histórico desde el empleo de formas disminuidas del virus para la generación preventiva de anticuerpos.

La demanda de Moderna luce de inicio como la más importante en la historia de la Propiedad Intelectual y refleja la complejidad que la protección jurídica de tecnología plantea en la actualidad. Es claro que a la –de suyo– profunda polémica sobre la propiedad de las vacunas anticovid hay que sumar este nuevo capítulo que, además, pudiera materializarse en diversas jurisdicciones. Es claro que, en el corte de caja que en su momento deberá hacerse sobre el tema, serán muchas las preguntas que deberán ser respondidas, y las principales apuntarán a la evaluación del sistema de patentes, su rol como agregador de valor en las cadenas productivas y el acceso a la salud. Al final, deberá ponderarse qué cambios requiere el sistema para seguir cumpliendo su misión fundacional: estimular la innovación.

Dr. Mauricio Jalife Daher

31 agosto, 2022