El premio enfatizó el valor del IMPI y el arduo labor de la mejora del sistema tutelar de invenciones y marcas, comenta Mauricio Jalife.

La pasada semana Jorge Amigo Castañeda, otrora director del IMPI por casi dos décadas, recibió un merecidísimo reconocimiento por su legado a la Propiedad Intelectual en nuestro país. El premio no solo enfatizó el valor que representa la construcción del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial al inicio de los noventa, sino la labor infatigable para la mejora continua de nuestro sistema tutelar de invenciones y marcas. El reconocimiento al exfuncionario, entregado por la Asociación Mexicana para la Protección de la Propiedad Intelectual (AMPPI), tiene un especial significado en estos tiempos en que han dejado de soplar los mejores vientos para temas con vocación empresarial.

El ejercicio de memoria que acompañó al evento tuvo tintes de nostalgia, pero también una razonada visión de futuro que la visita al pasado permite sustentar. Apostar a la innovación y a la creatividad como fuentes de generación de riqueza no es un asunto sujeto a discusión, sino un postulado impuesto por el mercado en el mundo. Sin embargo, la política pública diseñada para promoverlas y protegerlas sí lo es.

Cuando el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial fue creado en el año 1994, pocos anticipamos la relevancia que este hecho tendría. Asumíamos su surgimiento como un eslabón más en la cadena de avances que nuestro sistema demandaba, que pasaba más por la reordenación administrativa de los recursos humanos y materiales para la gestión de asuntos, que como el acto fundacional de la moderna Propiedad Intelectual en el país. En los años siguientes, bajo la dirección de Jorge Amigo, la Institución se consolidó y posicionó en el mundo como una oficina modelo en la región latinoamericana.

Para entender la relevancia de una “oficina de registro” como el IMPI, es necesario precisar que la protección jurídica es la pieza más importante del ecosistema de innovación, pero no es la única. Crear bases de datos de patentes y dar acceso es crucial; asesorar, capacitar y acercar el sistema a los usuarios en otras latitudes del país fueron otros de los logros claves en la cimentación del IMPI, además de operar como órgano de justicia de primera instancia en la materia.

A 27 años de su creación, todos podemos sentirnos muy orgullosos del IMPI y deberíamos estar comprometidos en mejorarlo y hacerlo crecer, junto a las demás instancias que dan operatividad al sistema, entre ellas, una parte de las aduanas, el SNICS, la unidad antipiratería de la FGR y desde luego el INDAUTOR. Pensar que un sistema de Propiedad Intelectual esta solo al servicio de los intereses de los grandes corporativos es un grave error; esta es una herramienta que permite que creadores independientes y MiPymes defiendan y expandan sus nichos de mercado con eficacia y dignidad, en un mundo hiper competido.

Haciendo este recorrido, desde las palabras lúcidas de un respetable servidor público de la talla de Amigo, regresamos al conocido enunciado de que somos las personas las que creamos las cosas, pero son las instituciones las que hacen que perduren. Y las dos simples bases más elocuentes del valor del IMPI están dadas en sus primeras dos palabras: es una Institución y es de los mexicanos.

Leer en El Financiero